La construcción de límites desde la curación somática
Desde hace años trabajo acompañando a personas en procesos de trauma y transformación, y he visto una y otra vez cómo los límites personales son un tema central en la salud emocional. Por eso hoy quiero profundizar en la construcción de límites desde la curación somática, un enfoque que integra cuerpo, mente y emoción para comprender cómo se forman estas fronteras internas y externas, cómo el trauma puede dañarlas, y cómo podemos reconstruirlas para recuperar seguridad y autonomía.
¿Qué son los límites y por qué cuestan tanto?
Cuando hablamos de límites, muchas veces pensamos en decir “no” o en establecer reglas frente a los demás. Sin embargo, los límites comienzan mucho antes, en lo fisiológico. Nuestro cuerpo tiene un umbral natural para regular lo que puede sostener y lo que lo sobrepasa. Desde pequeños, aprendemos a identificar hasta dónde podemos tolerar una situación antes de sentirnos invadidos, angustiados o desbordados.
Lo interesante es que este proceso no solo ocurre en la mente, sino en el sistema nervioso. A veces no detectamos nuestros propios umbrales hasta que nos encontramos sobrepasados: sentimos ansiedad, cansancio extremo, irritabilidad o incluso síntomas físicos. En ese momento comprendemos que un límite fue roto, aunque no siempre podamos nombrarlo.
Desde la mirada somática, los límites son fronteras que se construyen gradualmente entre nuestro mundo interno y el externo. Marcan quién soy yo, qué puedo sostener y qué necesito cuidar para permanecer en equilibrio.
El origen temprano de los límites
Los límites se forman desde los primeros meses de vida. El bebé nace con un sistema neuroceptivo que le permite percibir espacios de seguridad o peligro. Cuando sus necesidades son atendidas —alimentación, abrigo, contacto—, su sistema nervioso se regula y aprende a confiar. Cuando no lo son, aparecen señales de angustia, desregulación o incluso disociación.
En esta etapa, los cuidadores cumplen un rol esencial. La madre, el padre u otra figura significativa regulan al niño desde afuera: lo calman, lo sostienen, le muestran que puede sentirse seguro. Esa experiencia se va internalizando como una huella corporal. Así, el apego temprano se convierte en la primera base de los límites: un apego seguro favorece fronteras claras; un apego inseguro o inconsistente deja grietas que luego dificultan establecer límites en la adultez.
La construcción de límites desde la curación somática nos recuerda que estas experiencias no solo quedan en recuerdos, sino inscritas en el cuerpo, en la respiración, en la postura, en la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás.
La ventana de tolerancia: un mapa de regulación
Uno de los conceptos más útiles para comprender los límites es la ventana de tolerancia. Este término, desarrollado por autores como Daniel Siegel y Pat Ogden, describe el rango dentro del cual nuestro sistema nervioso puede mantenerse regulado.
Cuando estamos dentro de la ventana, podemos pensar, sentir y actuar con claridad.
Cuando la superamos por arriba (hiperactivación), aparece la ansiedad, la rabia, la hiperalerta.
Cuando la superamos por abajo (hipoactivación), surge la apatía, el colapso o la disociación.
En la práctica clínica, observo cómo muchas personas con trauma viven gran parte de su vida fuera de esa ventana. No se trata de “falta de voluntad” o “debilidad”, sino de un sistema nervioso que aprendió a sobrevivir en estado de defensa. Aquí es donde la curación somática se vuelve una herramienta transformadora: a través del cuerpo podemos ampliar la ventana de tolerancia y reconstruir límites más saludables.
Trauma y ruptura de los límites
El trauma puede definirse como la experiencia que sobrepasa nuestra capacidad de sostén. Es, en esencia, la ruptura de límites. Cuando algo nos invade —una pérdida, un abuso, un accidente, una experiencia de violencia—, nuestro sistema nervioso queda desregulado. No solo se quiebra la frontera externa (lo que el otro hizo o no respetó), también se altera la frontera interna (cómo me siento conmigo, qué creo de mí, cómo percibo la seguridad).
Muchas personas llegan a terapia con traumas conscientes (recuerdos claros de lo ocurrido) y traumas inconscientes (síntomas que aparecen sin comprender su origen). Pueden ser dificultades para dormir, crisis de pánico, problemas digestivos, hipersensibilidad o fobias. Todo ello es el cuerpo hablando de límites que fueron quebrados en el pasado.
Entender la construcción de límites desde la curación somática implica reconocer que el trauma no es solo un recuerdo, sino una vivencia que quedó inscrita en el sistema nervioso y que necesita ser reorganizada desde el cuerpo.
La cultura y la educación en la formación de límites
No podemos olvidar que los límites también están moldeados por la cultura. Muchas generaciones crecimos con frases como: “Usted no hable cuando los adultos hablan”, “comparta todo con su hermano”, “cállese y obedezca”. Estas prácticas, aunque comunes, muchas veces desdibujan los límites naturales de los niños y los hacen crecer con la sensación de que sus necesidades no importan.
La consecuencia es una hiperadaptación: adultos que dicen “sí” cuando quieren decir “no”, que se desconectan de sus propias emociones para ser aceptados, que confunden sacrificio con amor. La construcción de límites desde la curación somática propone recuperar lo que la cultura y la educación muchas veces negaron: el derecho a tener un espacio propio, a sentir, a elegir y a decir “no” sin culpa.
Etapas del desarrollo y construcción de límites
A lo largo de la vida, los límites se transforman:
Infancia temprana (0-3 años): se forman con el apego y la regulación externa.
Niñez (3-10 años): aparece la conciencia del yo y del otro, se consolidan las primeras fronteras psíquicas.
Adolescencia (10-18 años): los límites se amplían hacia la autonomía, la intimidad y la identidad propia.
Adultez: los límites se actualizan en pareja, en la vida laboral y en la relación con la propia historia.
Cada etapa puede dejar heridas que impactan en la adultez. Un niño que no fue escuchado puede convertirse en un adulto que cede constantemente. Un adolescente cuyos límites fueron invadidos puede ser un adulto que teme al rechazo o que confunde control con amor. La curación somática ayuda a revisar estas etapas y a reconstruir lo que quedó fracturado.
Reconstruir límites a través de la curación somática
El cuerpo es la puerta de entrada. Cuando sostenemos puntos específicos (como propone el Proceso de Sostener Puntos – PHP™), cuando respiramos conscientemente, cuando practicamos movimientos de enraizamiento o contacto seguro, le damos al sistema nervioso una experiencia distinta. El cuerpo recibe la señal de que hoy ya no está en peligro, que puede confiar, que puede expandir sus fronteras.
He visto cómo pacientes que nunca pudieron decir “no” logran hacerlo después de un proceso somático. No porque alguien les enseñara un guion, sino porque su cuerpo experimentó que tiene derecho a poner límites. La construcción de límites desde la curación somática no es un acto intelectual, es una transformación encarnada.
Límites y relaciones: el espejo del otro
Los límites se ponen a prueba en los vínculos. En la amistad, en la pareja, en el trabajo, se revelan nuestras fortalezas y heridas. Una persona con límites difusos puede tolerar relaciones abusivas. Alguien con límites rígidos puede aislarse para no ser herido. El equilibrio está en tener límites claros pero flexibles: capaces de proteger sin aislar, de abrirse sin perder el centro.
En la construcción de límites desde la curación somática, la clave está en reconocer cuándo un vínculo nos regula y nos nutre, y cuándo nos invade o nos apaga. Aprendemos a escuchar las señales del cuerpo: tensión, incomodidad, dificultad para respirar, falta de energía. Son mensajes que indican que algo en el límite fue sobrepasado.
El “no” como acto de dignidad
Decir “no” suele ser uno de los desafíos más grandes. Detrás del miedo a poner límites está el miedo al rechazo, a revivir la herida primaria de no ser amados. Sin embargo, cada vez que logramos decir “no” desde un lugar de respeto y claridad, fortalecemos nuestra estructura interna. El límite se convierte en un acto de dignidad, en la confirmación de que mi cuerpo, mi tiempo y mis emociones merecen cuidado.
La construcción de límites desde la curación somática no busca que nos volvamos rígidos o defensivos, sino que aprendamos a sostenernos con claridad, respetando tanto nuestros derechos como los del otro.
El cuerpo como guía permanente
Lo maravilloso del enfoque somático es que el cuerpo nunca miente. Si estoy con insomnio, con tensión muscular, con crisis de ansiedad o con apatía, algo en mis límites necesita ser revisado. Si me siento en calma, con energía equilibrada y presencia en el aquí y ahora, probablemente estoy habitando límites claros y sanos.
Por eso digo que la construcción de límites desde la curación somática es un camino de autoconocimiento. No se trata de aprender frases o técnicas externas, sino de escuchar las señales internas, ampliar la ventana de tolerancia y regular el sistema nervioso para vivir desde un lugar de mayor coherencia.
Cierre: un llamado a revisar nuestros límites
La vida actual, con su velocidad y sobrecarga tecnológica, nos empuja constantemente a cruzar límites sin darnos cuenta. Pasamos horas frente a pantallas, acumulamos exigencias, dejamos de lado el descanso y el contacto real. Por eso es tan necesario detenernos y preguntarnos:
¿Estoy respetando mis límites de descanso y energía?
¿Puedo decir “no” cuando lo necesito?
¿Siento seguridad en mis vínculos más cercanos?
La construcción de límites desde la curación somática nos invita a volver al cuerpo, a reconocer lo que necesitamos y a recuperar la dignidad de existir con fronteras claras y flexibles.
Porque poner límites no es un acto de egoísmo. Es un acto de amor propio, de respeto profundo hacia uno mismo y hacia los demás.
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